Dumbledore se encontraba sentado en el sillón frente a
su escritorio, repasando mentalmente los últimos sucesos acaecidos. Voldemort
había desaparecido por el momento, pero su estela de odio y maldad aún
amenazaba al mundo mágico y anoche se había cobrado tres vidas más Frank y
Alice Longbothom en el hospital y Sabrina fallecida. Tres niños a los que se
les presentaba un futuro difícil. Tenía que tomar una decisión y tenía que
hacerlo inmediatamente. Se levantó del sillón y salió de su despacho rumbo al
ala privada del castillo.
-
Albus, por fin
–exclamó la profesora McGonagall – qué pasó?
-
No sobrevivió. –
dijo con pesar - Los sanadores hicieron cuanto pudieron pero estaba muy dañada.
-
Santo cielo, y
ahora qué sucederá con la niña? La llevará con los muggles también?
-
No, aparte de que
no la recibirían, aún no ha pasado el peligro.
-
Entonces, qué se va
a hacer con ella?
-
Bueno, está claro
que en el castillo no puede quedarse porque no tenemos a nadie a quien
confiársela, en el mundo mágico aún corre peligro, así que su única oportunidad
está en el mundo muggle.
-
Pero usted dijo…
-
No me refiero a sus
tíos, irá a un orfanato.
-
Dumbledore –dijo la
profesora con indignación – la hija de Lily y James Potter a un orfanato? Eso
es…es…
Pero al parecer no encontró las palabras adecuadas
para expresar su ira. Solo pensar en la situación la hacía sentir enferma.
-
Profesora
tranquilícese, el lugar al que pienso llevarla, no es solo seguro, sino que la
cuidaran y la trataran bien.
-
En esos lugares no
tratan bien a nadie. Además, podría ser adoptada por una familia muggle.
-
Créame profesora
eso no sucederá.
-
Cómo puede estar
tan seguro?
-
Mi querida
profesora, los muggles no adoptan a niños magos o brujas, tiene que ver con un
rechazo instintivo relacionado con la magia que los rodea, y si de algo podemos
estar seguros es que esta pequeñita tiene grandes dosis de magia consigo.
Dicho esto y aunque la profesora McGonagall aún no
estaba muy convencida del buen juicio de
esa decisión, le entregó la pequeña al profesor. Con lágrimas en los ojos la
despidió sabiendo que no volvería a verla hasta dentro de nueve años.
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Dumbledore se apareció en un prado, la primavera y
toda su explosión de color se percibía mejor en el campo, este era un lugar
lleno de colores brillantes, el olor floral llenaba el ambiente y el canto de
las aves alegraba el lugar. No muy lejos de allí se divisaba una construcción
grande de piedra sólida, antes de proseguir su camino decidió modificar su
atuendo, de modo de no llamar tanto la atención de los habitantes del lugar a
donde se dirigía. Unos momentos después estuvo frente a las puertas. El lugar
sería el más improbable de imaginar, era un Convento, en ese lugar se dedicaban
a recibir niños abandonados y empleaban sus buenos oficios en conseguirles
hogares apropiados. Llamó y en seguida fue atendido.
-
Buenos días, en que
puedo servirle – preguntó la dulce voz de una mujer.
-
Buenos días, sería
tan amable de conducirme hasta la madre Cecilia? – preguntó
-
Sígame – invitó la
religiosa, sin hacer preguntas.
Recorrieron varios pasillos y subieron varios tramos
de escaleras. A lo lejos se oían risas, indudablemente había niños jugando en
algún lugar no muy lejos.
-
Tienen muchos niños
estos días – dijo el profesor
-
Siempre son muchos,
pobrecillos y pocas las almas caritativas que los acojan.
Aunque la madre no había hecho preguntas, era fácil
imaginar la razón de la visita de aquel extraño hombre, demasiado anciano y con
una pequeña en brazos, sin duda otra criatura que pasaría a residir en aquel
lugar.
Llegaron ante una gruesa puerta de madera. La hermana
llamó y recibió la orden entrar. Anunció al extraño visitante, lo hizo pasar y
se retiró discretamente.
-
Albus Dumbledore –
dijo la Madre Cecilia ,
con cierto deje de diversión en la voz – no pensé que volvería a verte algún
día.
-
Cecilia, yo también
me alegro de volver a verte.
-
Siéntate, nunca
fuimos tan amigos como para merecer una visita de cortesía y por la compañía
que traes – dijo viendo a la pequeña – dudo mucho que lo sea. Cuál es la
historia? Porque tú estás demasiado viejo como para que sea tuya, amén de que
es muy linda.
-
No dice algo tu
religión – dijo divertido Dumbledore – acerca de la compasión y la
misericordia, porque no estás demostrando mucho de eso.
Dumbledore habló mucho tiempo con ella contándole la
historia de la pequeña Samantha. Y las razones por las que necesitaba que le
dieran acogida.
-
Sabes que no podría
negarme, aquí será bienvenida.
-
Gracias, supongo
que de más está decirte que no intentes que alguna familia la adopte, no
resultaría.
-
Me lo imagino.
-
Vendré por ella al
cumplir los once años para que ingrese a la escuela, pero deberá regresar
siempre en verano al menos algunos días, a medida que vaya creciendo irá
haciendo amigos y estos la invitaran a pasar los veranos con sus familias.
-
Muy bien, yo me
encargaré, y si yo no estuviera para entonces, dejaré instrucciones al
respecto.
-
Si tú no
estuvieras? No estarás pensando en cambiar de lugar a estas alturas.
-
Ja, claro que no –
rió con ganas la religiosa – pero nuestro promedio de vida es considerablemente
menor que el de los magos, y yo ya estoy bastante vieja.
-
Lo siento, no quise
ser imprudente – dijo Dumbledore apenado, y la mujer volvió a reír con ganas al
ver el embarazo del anciano.
Dumbledore le agradeció nuevamente y se despidieron.
Cuando llegó a la colina donde se había aparecido se volvió hacia la
construcción, la miró y dijo:
-
Al igual que tu
gemelo, crecerás sin tu familia, pero es probable que tengas más amor. Buena
suerte Samantha Potter, te veré en unos años – dicho esto, lanzó un último
encantamiento, se giró y desapareció.
*************************************************************************************
Las cosas en el mundo mágico se iban estabilizando,
los Lestrange fueron enviados a Azkaban.
La noche del ataque a los Longbothom y a Sabrina, fueron atrapados por
los aurores y posteriormente llevados a juicio, lo curioso es que el hijo de
Crouch estaba entre ellos, y aunque gritaba que era inocente fue atrapado y
enjuiciado junto con ellos y enviado a Azkaban también. Sirius vio cuando
llevaron a su prima, si hubiera sabido por qué estaba ahí, la habría matado con
sus propias manos.
A Dumbledore le volvieron a pedir que aceptara la
cartera de Ministro de Magia, pero nuevamente la rechazó argumentando que nunca
dejaría Hogwarts, así que Cornelius Fudge fue nombrado ministro. El señor Croch
cayó en desgracia después de lo de su hijo.
El jugador de quidditch Ludo Bagman también fue enjuiciado pero fue
hallado inocente. Severus Snape también fue acusado pero nunca lo enjuiciaron
porque Dumbledore respondió por él.
En suma la comunidad mágica poco a poco fue retornando
a la normalidad.
**************************************************************************************
Los años iban pasando y los gemelos iban creciendo,
por su parte Harry como un marginado con su familia. No lograba entenderlo,
siempre era acusado de cualquier cosa, extraña o no, que sucediera a su
alrededor, lo trataban como si fuera algo peligroso, hasta la más tonta de las
ideas les parecía ofensiva. Aunque debía admitir que algunas cosas no eran del
todo normales y aunque no les encontraba explicación tampoco creía merecer los
castigos que le endilgaban. Ciertamente no podía explicar como por el temor a
ir con un ridículo corte de cabello que la había hecho tía Petunia, al día
siguiente lo tenía exactamente igual a antes del corte, en realidad su cabello
crecía de esa absurda manera siempre. Tampoco podía explicar cómo un día
mientras corría para escapar de su primo y su pandilla había terminado en el
techo de la escuela. En realidad tenía que admitir que le sucedían cosas muy
extrañas.
Además estaba aquella extraña sensación de que había
alguien esperando por él en algún lugar, aunque sabía que no tenía más familia
que sus tíos soñaba con que algún día vendría alguien por él y le diría que ya
no tenía que vivir más allí. Aparte de eso había extraños en la calle que a
veces lo saludaban, pero cuando intentaba acercarse estos desaparecían. Sí, en
realidad tenía una vida muy extraña.
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Muy lejos de allí en algún lugar de Escocia, había una
niña tendida en el suelo mirando el cielo, las monjitas decían que sus padres
se habían ido al cielo pero aunque se había pasado la vida mirándolo, no lograba verlos. Las monjitas eran muy buenas
y la querían mucho, sobre todo la madre Cecilia, pero ella nunca había logrado
sentirse parte de ese lugar, ella sabía que era diferente, pero desde que podía
recordar había tratado de que no se notara mucho, especialmente desde que la
madre Teresa había entrado en su cuarto y había visto algunas cosas volando por
la habitación y había salido corriendo en busca del padre Joseph, por suerte la
que vino fue la madre Cecilia y había tenido una larga conversación con ella,
le había preguntado si tenía algo que ver con lo que había pasado, a la madre
Cecilia no podía mentirle y no quería hacerlo así que le dijo que sí.
La madre le explicó que no había nada de malo en ella,
pero que era mejor que no hiciera esas cosas porque asustaba a los demás, la
pequeña no entendió por qué debían asustarse, pero la madre era tan buena con
ella que no quiso contrariarla y a partir de entonces, no es que había dejado
de hacer cosas extrañas, pero procuraba
que nadie la viera, pero aún así la madre Teresa evidenciaba que no la quería.
En ese lugar no
podían hacerse muchos amigos, habían niños que llegaban y se iban, unos duraban
más tiempo que otros, pero finalmente se iban. Incluso Mary, una niña de su
misma edad que había permanecido casi tanto tiempo como ella, pero hacía poco
también ella se marchó.
En la escuela les enseñaban muchas cosas, a ella le
encantaba estudiar y aprendía muy de prisa, pero lo que más le gustaba era
leer, le encantaban los cuentos que hablaban de castillos y princesas, de
brujas, dragones y aventuras. Dos o tres
veces al año los llevaban de paseo a
algún lugar interesante. En uno de esos paseos los llevaron a un antiguo castillo,
ese día fue tremendamente divertido, había visto un fantasma, lo había seguido
y había hablado con él, claro el fantasma quiso burlarse de ella diciéndole que
si lo podía ver es porque era una bruja, solo se lo contó a la madre Cecilia y
ella se rió mucho.
Había dos cosas que la inquietaban mucho, siempre
había tenido la sensación de que había alguien a quien debía encontrar, en el
fondo de su corazón algo le decía que era importante. Y lo otro es que creía
que tenía una salud extraña de pronto sentía dolores como si la estuvieran
golpeando y siempre le salían moretones después de eso, era algo para lo que el
médico que los atendía no tenía explicación.
Pero lo que la ocupaba por esos días era que mañana
cumpliría once años y las monjitas cada año le hacían un pastel muy rico ese
día. De pronto escuchó que la llamaban, seguro que se le había hecho tarde otra
vez para la hora de la comida, si era así le esperaba una buena regañina,
corrió tan aprisa como pudo pero no tanto para que no le pasara lo que le pasó
en una oportunidad que por correr tanto el viento la elevó y terminó en el
techo del granero.
-
Samantha niña,
dónde te habías metido – dijo la hermana – la madre Cecilia quiere verte.
La niña salió disparada hacia el despacho de la
madre, llegó sin aliento ante la puerta
y llamó, cuando le dieron permiso para pasar, así lo hizo. En el despacho se
encontraba un anciano así que se detuvo y dijo:
-
Lo siento madre,
pero la hermana Margarita me dijo que me llamaba, puedo volver más tarde.
-
No hija pasa, pasa.
La niña termino de ingresar al despacho y miro
disimuladamente al anciano señor que se encontraba allí.
-
Samantha, este es
el profesor Albus Dumbledore, y viene a hablar contigo.
La pequeña abrió mucho los ojos, ya estaba a mitad de
camino a darle la mano, cuando se percató de lo que había dicho la madre. A
hablar conmigo? – se preguntó
-
Hola Samantha –
dijo el hombre extendiendo la mano para tomar la suya.
Enseguida Samantha tuvo la extraña sensación de
conocerlo y eso se tradujo en una inmediata sonrisa. Ese hombre era alguien en
quien se podía confiar y habitualmente ella no se equivocaba en sus juicios.
-
Bien Albus, los voy
a dejar solos para que conversen a gusto
-
No es necesario,
preferiría que esta linda damita y yo diéramos un paseo por ese hermoso jardín
que tienen aquí. Si ella está de acuerdo, por supuesto.
Samantha sonrió, extendió su mano y salieron.
Caminaron hasta el jardín en silencio comenzaron a caminar y él se interesó por
las flores y Samantha le decía sus nombres.
Llegaron a un extremo del jardín y Dumbledore le
preguntó si podían sentarse allí a lo que la niña le respondió afirmativamente.
Se sentaron y el profesor comenzó a hablar.
-
Supongo que te
estarás preguntando por qué estoy aquí y qué es lo que tengo que decirte?
Las monjitas le habían dicho que ser curiosa no era
bueno, pero al mismo tiempo a este hombre al igual que a la madre Cecilia, no
se le podía mentir. Así que hizo un gesto afirmativo con la cabeza.
-
Bien, en primer lugar vengo a ofrecerte ingresar en
del colegio el cual soy director – dijo.
La niña abrió mucho los ojos y ahora si ni modo, había
que preguntar.
-
Y qué colegio es
ese? Por qué viene a ofrecerme entrar a él? Quién es usted? – lo dijo todo de
carrerilla.
-
A ver vamos
despacio, en cuanto a quien soy ya lo sabes, pero te lo repetiré, soy Albus
Dumbledore y soy director del Colegio Hogwarts, y el motivo por el que vengo a
ofrecerte ingresar a él es porque estas inscrita desde que naciste.
-
Desde que nací –
repitió la niña, su mente trabajaba a toda prisa – entonces usted conoció a mis
padres – no era una pregunta, era una afirmación.
-
Así es, los conocí.
– dijo y esperó pacientemente que la niña siguiera preguntando, pero como el
silencio se prolongaba, pregunto – Hay algo más que desees preguntar, no lo
consideraré grosero pregunta todo lo que desees.
La niña volvió a abrir mucho los ojos, acaso le había
leído la mente, estaba pensando justamente en si sería grosero hacer demasiadas
preguntas.
-
Qué colegio es ese,
he leído acerca de muchos colegios y ese nunca lo he visto mencionado en los
libros.
-
Ahhh es que se
trata de un colegio muy especial – dijo – es un colegio de Magia y Hechicería
Ahora si es verdad que su imaginación se descarriló.
Magia, había dicho magia? Acaso este hombre pretendía burlarse de ella, tan
pronto lo pensó se arrepintió, claro que no, no se estaba burlando, pero
entonces…no podía ser…lo miró con los ojos muy abiertos y con la pregunta escrita en ellos.
-
Si, pequeña eres
una bruja.
-
Y mis padres,
también? – preguntó vacilante
-
Si, así es, ellos
también.
-
Pero entonces como
es que terminé en un lugar como este?
-
Por qué dices eso,
acaso lo has pasado mal aquí?
-
No, no, me han
tratado muy bien, pero ya sabe, aquí la magia se considera algo malo.
-
No todos lo ven
así, no es cierto? – preguntó – la madre Cecilia por ejemplo.
-
Bueno, si – dijo
confundida.
-
Pero aún no me has
contestado, aceptas la plaza?
-
Claro, que sí –
contestó la niña
-
Fantástico –
exclamó Dumbledore alborozado – entonces mañana vendré por ti para llevarte a
comprar tus cosas.
-
Pero profesor –
dijo la niña, súbitamente preocupada – yo no tengo dinero
-
No te preocupes por
eso, tus padres dejaron dinero para tu educación. Ahora permíteme ir a despedirme de la madre Cecilia y prepárate
porque mañana vendré temprano por ti.
-
Profesor – dijo
sonriente la pequeña – mañana es mi cumpleaños y creo que será el mejor
cumpleaños de mi vida. Hasta mañana – se despidió y salió corriendo.
-
No te lo imaginas
aún.
Esa misma noche, mientras Samantha permanecía
despierta, en una cabaña sobre un peñasco muy lejos de allí, su hermano recibía
la misma noticia que ella había recibido más temprano, solo que él tardó un
poco más en creerlo.
********************************************************************************************
El Callejón Diagon estaba muy concurrido esa mañana,
apenas entraron Samantha se sintió transportada a otro mundo, “su” mundo,
miraba a todos lados y ya había perdido el temor de preguntar, así que
preguntaba y preguntaba. En determinado momento el Profesor se detuvo
bruscamente.
-
Hagrid, no era aquí
donde nos reuniríamos.
-
Lo siento profesor,
lo que sucede es que…por las barbas de Merlín son…
A Dumbledore le divirtió la cara de sorpresa de
Hagrid, por supuesto ya lo había puesto al corriente de la existencia de
Samantha y de hecho iban a reunirse en el Caldero Chorreante en una habitación
para que los niños se conocieran. En ese momento un niño salió a la carrera de
la tienda frente a la que estaban parados y chocó violentamente contra Samantha
y ambos cayeron, cuando se levantaron ambos se miraron con idéntica cara de
sorpresa, era como si estuviesen parados frente a un espejo y ambos abrieron la boca para formar una
cómica “o” con la boca de la que no
salió ningún sonido.
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