El Caldero Chorreante estaba tan abarrotado como
siempre, así que se formó una pequeña conmoción cuando Dumbledore entró
acompañado de los dos niños. Todos los miraban con mudo asombro, y se
preguntaban lo mismo, sin embrago el profesor caminó imperturbable hacia Tom,
el cantinero, le solicitó la llave de la
habitación que había reservado, y guió a los demás escaleras arriba.
El asombro de la multitud que los había estado
observando mientras se perdían escaleras arriba, no era nada comparado con el
estupor de los niños. Le mente de Harry parecía haberse quedado en blanco, solo
veía su cara en otro cuerpo. Mientras que la de Samantha corría a toda
velocidad. Había leído acerca de los hermanos gemelos, y ellos sin la menor
duda eran idénticos, hasta la extraña marca que tenía en la frente, en forma e
rayo, debía tratarse de alguna marca de nacimiento de su familia, este chico era
su gemelo, no tenía ninguna duda de ello,
pero eso fue algo que la sorprendió inicialmente ahora su mente estaba
ocupada en analizar las razones por las cuales los separaron, y en recordar las
diferentes ocasiones en que experimentó sensaciones o emociones que no
correspondían al momento. Sus pensamientos fueron detenidos bruscamente al
escuchar la voz de Dumbledore que se dirigía a ella, lo miró y se fijó que
estaban en una pequeña estancia donde se encontraba una mesa redonda, cuatro
sillas y un servicio de té y pastas.
-
Samantha, quieres
tomar asiento, por favor – dijo el anciano. – Tú también Harry
Ambos chicos tomaron
asiento. Samantha miraba a su hermano con curiosidad, sin embargo el
chico miraba a cualquier lado menos a la niña, ella sonrió, por algún motivo él
tenía miedo de mirarla. Por su parte Harry, que por fin había salido de la
especie de shock que le había causado el encuentro, estaba preguntándose si no
estaría en uno de esos sueños extraños que solía tener con motos voladoras y
luces verdes. Sintió que la chica lo estaba mirando con insistencia entonces la
miró, la sensación fue la misma, como si
estuviese mirándose en un espejo, pero esta vez notó algunas diferencias, ella
tenía el cabello más largo y suave (se veía ordenado) y no llevaba gafas, pero
por todo lo demás que podía ver eran exactamente iguales, hasta la extraña
cicatriz, que había sido lo único que le gustara siempre de su persona.
-
Bien, debo decirles que este encuentro no
resultó como yo lo había planeado, pero eso sólo demuestra que hasta los planes
mejor trazados pueden fallar. Sin embargo, -continuó – nada se ha perdido.
Supongo que tienen muchas preguntas pero les voy a pedir que tengan un poco de
paciencia y me permitan contarles la historia.
Los niños estaban atentos a cada una de las palabras
de Dumbledore, éste les fue narrando paso a paso los pormenores de su
nacimiento y posterior separación. Pero se vio obligado a ocultar ciertos
detalles, en su opinión los niños estaban muy pequeños aún para saber ciertas
cosas, claro que esto no resultó sencillo, porque ambos chicos mostraban una
mente despierta, y apenas consideró que había llegado al término de todo cuanto
podía contarles, los chicos comenzaron a acribillarlo a preguntas.
-
Un momento, uno por
uno – dijo el anciano – y déjenme decirles que no les mentiré, pero sólo
contestaré aquello que pueda decirles.
-
Por qué nos
separaron? – preguntó Samantha, que fue la primera en reaccionar
-
Vaya, lo primero
que preguntas y no puedo contestar a eso, no aún, quizá algún día.
-
Por qué mi tía
nunca me habló de mi hermana? – preguntó Harry
-
Sencillamente,
porque ella tampoco sabe de su existencia, para ella tu madre solo te tuvo a ti
– contestó el director.
Los niños guardaron silencio, como evaluando la
conveniencia de hacer más preguntas. Se miraron, de forma más confiada ahora, y
parecieron llegar a la misma conclusión. Ya tendrían oportunidad de averiguar
más cosas ahora que vivirían en el mundo mágico.
-
Niños – Dumbledore
los miró a ambos – lo importante de todo esto es que ahora van a estar juntos y
que recuerden que sus padres fueron hechiceros muy valientes y talentosos, que se enfrentaron al mago oscuro
más peligroso de los últimos tiempos para salvar a nuestro mundo y que, al
igual que muchos otros perdieron la vida tratando de proteger a su familia.
Por las mejillas de Samantha corrían unas silenciosas
lágrimas, imaginando, no solo a sus padres y a su madrina, sino a todas esas
personas que perdieron la vida y que no tuvieron la oportunidad de ver crecer a
sus hijos por culpa de Voldemort.
Unos pensamientos parecidos cruzaban por la mente de
Harry, mientras miraba llorar a su hermana, quien se había levantado y tenía
los brazos cruzados en el pecho, pero el dolor dio paso a una creciente ira
dirigida hacia el monstruo que le había hecho esto a su familia y a tantas
otras. Se levantó, se acercó a la niña y con delicadeza le levantó el
rostro, y le dijo:
-
No llores – y le
limpió las lágrimas – ya no volverás a sentirte sola, de ahora en adelante yo
te protegeré y te juro por la memoria de nuestros padres, que si Voldemort aún
está vivo y regresa, algún día pagará
por lo que ha hecho, yo me aseguraré de eso – dicho esto, abrazó fuertemente a
su hermana.
-
Ah! La sangre, cosa
tan poderosa como el amor – dijo Dumbledore en voz baja a Hagrid, quien había
permanecido como mudo testigo de toda la conversación limitándose a llorar y a
sonarse fuertemente con un pañuelo de lunares.
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