La Magia de Harry Potter

Los personajes y el mundo donde se desarrollan las historias que se publicarán en este Blog son de la exclusiva propiedad de J.K. Rowlings, solo la trama y algunos personajes me pertenecen y por esa razón los nombres de los mismos serán utilizados en otras historias. Bienvenidos y espero que disfruten de las historias. Merlina

sábado, 8 de febrero de 2014

Y si todo hubiese sido distinto - cap. 19 -

Cambios

Dumbledore y Sirius se encontraban discutiendo en el prado cercano al convento donde había residido, hasta ese momento, Samantha.
-          Pero es que ya no creo que sea necesario –decía Sirius-
-          El peligro es ahora mayor, Voldemort conoce su existencia, así que la perseguirá igual que a Harry.
-          ¿Y crees que no soy capaz de protegerla? Entiendo lo de Harry, ya que el encantamiento finaliza con su mayoría de edad, pero Sam no está sujeta a ese encantamiento, y los que me imagino que hiciste para su protección en este lugar, puedo hacerlos yo en el lugar que escoja para vivir.
Dumbledore suspiró, miró detenidamente a Sirius y notó la determinación en sus ojos. Así que analizando rápidamente la situación decidió ceder.
-          Es una gran responsabilidad Sirius.
-          Te recuerdo que acepté esa responsabilidad hace 16 años. Confía en mí, la protegeré con mi vida.
-          Eso lo sé, pero no me gustaría perderlos a ninguno de los dos por un error- concluyó el anciano.
Y comenzaron a caminar hacia su lugar de destino. Fueron recibidos por la madre Cecilia y Dumbledore le explicó quien era Sirius, y que debido a que se dieron ciertas circunstancias adversas, no había podido cumplir, hasta ahora, con su responsabilidad de padrino. Así que a partir de ahora Samantha viviría con él.
-          No quisiera ser impertinente pero, ¿no es muy joven para una responsabilidad como esa? –preguntó.
-          No lo creo –dijo Sirius, dedicándole una de sus encantadoras sonrisas – su padre tendría hoy la misma edad que yo.
-          Un padre ciertamente muy joven, igualmente – dijo la mujer - ¿Tiene una esposa que comparta con usted esa responsabilidad?
-          No –dijo Sirius tristemente – mi prometida fue asesinada
-          Lo siento mucho –dijo la madre visiblemente apenada – Como dije antes mi intención no es ser impertinente, pero es que la responsabilidad va más allá de cuidarla y alimentarla. Los adolescentes son difíciles y si a eso le sumamos el hecho de que es una chica, el trabajo que le espera no es fácil.
-          No espero que lo sea –dijo Sirius, recuperándose – pero le prometo dos cosas, haré mi mejor esfuerzo y si alguna vez tengo problemas, vendré a pedirle consejo –concluyó sonriendo de nuevo.
La mujer se dio por satisfecha y se acercó a la puerta.
-          ¿Qué paso con Samantha? –le preguntó a una hermana que aguardaba afuera discretamente.
-          Lo siento madre, nadie sabe dónde está –contesto la joven
-          Gracias hija, puedes retirarte –entró nuevamente y les informó que Samantha no estaba en su habitación y al parecer no habían dado con ella.
-          ¿Me permites? –preguntó Dumbledore
La madre accedió, y aunque no sabía que había hecho Dumbledore  (le había enviado un patronus a la chica) al cabo de unos minutos tocaron la puerta y entró Samantha sonriente. Saludó a ambos hombres y se disculpó con la madre Cecilia. Después de eso los tres salieron al jardín.
Dumbledore le informó de los nuevos planes, le dijo que a partir de ahora podría vivir con Sirius y no tendría que volver a aquel lugar. Su reacción, como era de esperarse, fue de inmensa alegría e inmediatamente preguntó cuándo irían por Harry. Le informaron que de eso se ocuparía el director. La chica fue por sus pertenencias y luego se dirigió al despacho de la madre Cecilia.
-          Madre –empezó, pero las lágrimas le cerraron la garganta como aquel día en que se iba por primera vez.
-          Vamos querida –dijo aparentando más tranquilidad de la que sentía en realidad – siempre soñaste con tener una familia, pues bien, Dios escuchó tus súplicas y te la ha concedido, alégrate.
-          No es que no esté contenta –dijo con la voz temblorosa – pero aunque siempre supe que no pertenecía a este lugar, usted fue como una madre para mí.
-          Hijita, mientras viva, siempre estaré aquí si me necesitas, estas puertas permanecerán abiertas para ti siempre y estos muros te ofrecerán un refugio cuando lo necesites.
Se dijeron unas cuantas palabras más y finalmente se despidieron. Ambos hombres que habían asistido en respetuoso silencio al intercambio de palabras y despedidas, también agradecieron a la madre y finalmente todos abandonaron el lugar.
Samantha preguntó emocionada si iban a Grimauld Place, pero Sirius le respondió que no, por el momento irían al Caldero Chorreante.
-          Aún no tienes tu permiso para aparecerte ¿verdad? – dijo el director
-          No señor, hasta el próximo año – contestó la chica.
-          Bueno, no importa utilizaran la aparición conjunta.
Se despidieron. Y cada uno se desapareció con rumbo a su lugar de destino. Samantha no lo podía creer, apenas llevaba una semana de vacaciones y ya habían ido por ella, las cosas no podían estar saliendo mejor.
Llegaron al Caldero Chorreante  y después de comer Sirius le dijo a Samantha que irían al Londres muggle a comprar ropa, ya que les hacía falta ropa muggle. Los chicos mientras no estaban en el colegio usaban esa clase de ropa y a Sirius le gustaba también. Le comentó que James, su padre, sentía especial predilección por aquellas prendas de vestir, para desesperación de sus abuelos.
Pasaron la tarde de compras y Sam pasó muy malos ratos con las dependientas de las tiendas, ya que estas coqueteaban descaradamente con su padrino. Sirius intentó que la chica pasara una tarde agradable pero él iba alerta y con la varita a punto. Volvieron a la posada, cenaron, conversaron un rato y se fueron a dormir.
A la mañana siguiente, Sam despertó tarde y cuando buscó a Sirius en su habitación no estaba, decepcionada regresó a la suya y notó que en su prisa por salir, había pasado por alto una nota que le había dejado su padrino sobre la mesita.
Princesa, no quise despertarte. Tengo unos asuntos que atender, pero estaré de vuelta a eso de las 10:30, espérame en el comedor. NO, salgas a ningún lado, por favor. Un beso.
                                                                                                                                                                            Sirius
Samantha miró la hora  y se dio cuenta que su padrino ya debía haber regresado, por lo que bajó apresuradamente las escaleras y efectivamente, Sirius  estaba sentado en una mesa apartada leyendo El Profeta.
-          ¿Por qué no me despertaste? –preguntó la chica
-          Parecías un angelito dormido, así que no te quise molestar – dijo levantándose y dándole un beso en la frente- ¿Tienes hambre?
Comieron y luego Sirius le informó que irían a La Madriguera, Dumbledore le había avisado que ya Harry se encontraba allí. Así que muy emocionada se preparó a partir. Esta vez viajarían con polvos flu. Mientras su padrino le pedía los polvos a Tom, el cantinero, Sam lo observaba y recordaba las palabras de Ginny. En realidad se veía guapísimo y con la ropa muggle (jeans y una sudadera) mucho más.
Sirius metió la cabeza en la chimenea y le anunció a la señora Weasley de su llegada y luego partieron. Fueron recibidos con alegría por todos. Sirius se quedó hablando con los Weasley y los chicos subieron a la habitación de Ron.
Allí Harry, que había estado esperando la llegada de su hermana, les contó todo lo que le había dicho Dumbledore con relación a la profecía y la razón por la cual tenía que volver a Privet Drive todos los veranos hasta cumplir la mayoría de edad. Los chicos se mostraron asustados ante la perspectiva de  que Harry tuviese que enfrentarse a Voldemort en un duelo a muerte, y aunque pensó que su hermana se asustaría al saber que Voldemort iría tras ella también, Sam no lo demostró, solo expresó su confianza en que su hermano lo vencería.  Harry también les dijo que ese año Dumbledore le daría clases particulares. E inmediatamente empezaron a hacer conjeturas en cuanto a qué le enseñaría en esas clases. Opinaban que seguramente serían hechizos avanzados de defensa y Ron agregó que no había de qué preocuparse, porque si Dumbledore le daría clases particulares, es porque tenía una oportunidad contra Voldemort, porque si no Dumbledore no perdería su tiempo. Harry estaba muy agradecido de que todos se portaran de una manera tan normal y no lo vieran como si tuviera una enfermedad contagiosa. Harry le contó a su hermana (los chicos ya lo sabían), que Dumbledore lo había llevado con él a buscar al nuevo integrante del profesorado. Se llamaba Horace Slughorn y no le había simpatizado mucho.
Sam también se enteró que Fleur estaba de novia con Bill y se casarían el año próximo. Cosa que no tenía muy contentas ni a la señora Weasley ni a Ginny. También le contaron que los gemelos habían abierto una tienda llamada Sortilegios Weasley en el Callejón Diagon, pero esto ella ya lo sabía, pues Fred le había escrito contándoselo.
Escucharon que la señora Weasley los llamaba y bajaron. Sirius les dijo que debían acompañarlo y que regresarían más tarde. Así que Harry y Samantha se despidieron de los Weasley y se marcharon con su padrino.
-          ¿Dónde vamos? – preguntó Harry después que habían caminado un poco.
-          Aquí cerca, a las afueras de Ottery St. Catchopole – dijo Sirius
-          Y ¿qué haremos allí? – preguntó Sam
-          Ya lo verán –contestó enigmáticamente Sirius.
Los chicos se miraron y no siguieron preguntando. Llegaron a las afueras del pueblo y se metieron por una bifurcación del camino. Ya llevaban caminando bastante rato y Sam se estaba cansando. Al dar vuelta a un recodo divisaron una gran casa. Pronto llegaron a la verja de entrada que tenía un enorme letrero colgado donde se leía Averdeen Cottage. Los chicos se sobresaltaron cuando el león que servía de llamador habló.
-          Anuncia tu  nombre y tu intención –dijo el pedazo de bronce. Lo que no dejaba ninguna duda de que los dueños de la casa eran magos.
-          Sirius Black y vengo a ver al señor Adalbert Goshawk –contestó Sirius con toda tranquilidad, como si hablar con aldabas de bronce fuera cosa de todos los días.
La verja se abrió y pasaron. Caminaron por un sendero de gravilla y pudieron apreciar un bien cuidado y extenso jardín. Notaron que la casa era mucho más grande de lo que se veía de lejos. Cuando estaban subiendo las escalinatas de la entrada la puerta se abrió y un hombre mayor los recibió. Intercambiaron saludos y presentaciones y Sirius les pidió a los chicos que lo esperaran un momento en el salón y entró a lo que supusieron una especie de estudio con el señor Goshawk. Los chicos se entretuvieron mirando las pinturas y los muebles, todo olía a madera y a antigüedad. Llegaron a la rápida conclusión de aquel señor debía ser muy rico para tener una casa como aquella y todas esas valiosas posesiones. A los pocos minutos salieron los dos hombres y el dueño de la casa se despidió  y salió. Los chicos mostraron su asombro y se preguntaron por qué se iba y los dejaba allí.
-          Chicos – anunció Sirius – bienvenidos a su nueva casa.
Por un momento no entendieron, pero cuando las palabras penetraron en su cerebro y fueron adecuadamente procesadas, abrieron mucho los ojos.
-          ¿QUÉ? –preguntaron ambos al mismo tiempo.
-          Lo que oyeron, ésta será nuestra nueva casa – dijo risueño.
Después del asombro inicial. Fueron a recorrer la casa. En realidad era enorme. Tenía diez habitaciones, todas hermosamente amuebladas. La cocina también era de gran tamaño. El comedor principal eran todos muebles de madera pulida. Los anaqueles estaban llenos de cristalería tallada. Los chicos no se equivocaron con lo del estudio porque eso era precisamente y estaba lleno de estanterías con una gran variedad de libros. Había un desayunador acristalado desde donde se podía apreciar el jardín. Los pasamanos de  la escalera eran de madera y estaban hermosamente tallados.
Cuando terminaron el recorrido por la casa, Sirius les anunció que podrían instalarse en un par de días. Los chicos preguntaron la razón, ya que la casa parecía lista para ser habitada. Entonces su padrino les contestó que necesitaban proteger adecuadamente la casa, con suficientes hechizos que resistieran los ataques de cualquiera que pretendiera traspasar los límites. Preguntaron que si era a causa de ellos que debería tomarse tantas molestias y les dijo que solo en parte, porque ahora la mayoría de las casas de los magos estaban siendo protegidas de manera similar. La amenaza que se cernía sobre el mundo mágico con el regreso de Voldemort, obligaba a tomar todas las medidas de protección posibles. Y algunas familias preferían irse lejos, como en el caso del mago que le había vendido la casa.
De este modo y muy contentos caminaron un buen trecho y se desaparecieron para reaparecer cerca de La Madriguera. De común acuerdo decidieron que si bien les dirían a sus amigos lo que habían estado haciendo, no les describirían la casa porque querían verles las caras cuando los invitaran. Sirius, que decididamente seguía siendo un niño grande, le pareció gracioso y accedió a no decir nada. Elaboraron planes de lo que harían cuando estuvieran en casa y de pronto se detuvieron y le preguntaron a Sirius, un poco tardíamente, si les daría permiso para invitar a sus amigos a quedarse con ellos, y éste con una sonora carcajada  les respondió que si no lo hacían ellos, simplemente lo haría él.
En casa ya estaban todos los Weasley, Hermione y Fleur esperándoles para la cena. Esta fue bastante animada, sobre todo con las bromas de los gemelos. Ya a la hora de marcharse, Sirius y la señorea Weasley tuvieron una violenta discusión, todos se sentían incómodos, pero ya se habían acostumbrado a que ellos dos siempre discutieran con relación a los chicos. Esta vez el motivo era que la señora Weasley quería que los chicos se quedaran en su casa hasta que pudieran instalarse en la suya. Los muchachos optaron por escabullirse a la habitación de Ron y Fleur y Bill habían escapado al jardín mientras se resolvía el problema.
-          Molly –decía el señor Weasley- tiene todo el derecho a llevárselos, es su tutor legal
-          Es que te parece apropiado –replicó Molly, como último argumento- que juna jovencita se quede con dos hombres en una posada.
-          Por las barbas de Merlín –dijo exasperado Sirius – uno es su hermano y yo soy su padrino.
-          Eres un irresponsable y siempre lo serás Sirius Black –chilló la señora Weasley
Al final y no pudiendo hacer nada, llamaron a los chicos se despidieron agradeciendo a la señora Weasley, que aún estaba muy disgustada y se marcharon.
Cuando salieron de la chimenea en el Caldero Chorreante notaron que había una pequeña conmoción. Se acercaron a ver lo que sucedía. Se había formado un corro alrededor de lo que parecía un elfo doméstico que yacía tirado de cualquier manera en el piso. Todos lo miraban pero nadie hacía nada. Sirius le preguntó a Tom y éste le dijo que el elfo acababa de aparecerse ahí unos minutos antes de que llegaran. El elfo se movió y pudieron ver que estaba herido en varias partes del cuerpo. Se quejó y empezó a sollozar lamentándose de su suerte. Notaron por el timbre de su voz que era hembra. Sam se adelantó y se inclinó hacia la elfina.
-          ¿Qué te sucedió? – le peguntó
La elfina empezó a sollozar más fuerte e intentó explicar su situación. Contó que sus amos la habían castigado por haber desobedecido una orden y luego le habían dado la prenda ordenándole desaparecer, al final se lanzó hacia una mesa con la intención de hacerse daño, pero Harry que estaba habituado a la costumbre de Dobby, y haciendo gala de sus reflejos la detuvo.
-           No tienes que hacer eso –dijo Sam
-           Crappy es una mala elfina, está hablando mal de sus amos.
-          Ya no son tus amos –dijo Sam. Y esto provocó un nuevo ataque de llanto en la efina.
-          ¿Me permites atender tus heridas? –le preguntó Sam
-          La señorita, quiere ayudarme –dijo la elfina con los ojos como platos.
-          Estás herida –dijo Sam
-          Crappy, tendría que morirse, ya no tiene amos y es una deshonra para su familia.
-          Tonterías –dijo Sam- vendrás conmigo y no discutirás más.
Sam miró interrogativamente a Sirius y éste le hizo un gesto afirmativo. Así que Sam tomó a la elfina de la mano y procedió a curarle las heridas. La gente se había dispersado. Y los chicos subieron a la elfina a su habitación.
-          ¿Qué sucede con los elfos en estos casos? –preguntó Sam
-          Nada, ahora es libre ¿no? –dijo Harry – cuando el señor Malfoy liberó a Dobby se fue un año de juerga –concluyo Harry sonriendo al recordar al elfo doméstico.
-          Dobby quería ser libre –apuntó Sirius- en este caso no estoy muy seguro. Supongo que lo más sensato es llevarla al Departamento de Control de Criaturas Mágicas.
La elfina al escuchar esto, comenzó a sollozar nuevamente. Sam miró a Sirius con ojos suplicantes.
-          Sirius, por favor… -dijo la chica
-          Está bien, princesa –dijo el hombre con resignación, desde que Sam lo había mirado sabía que tenía la batalla perdida.
La chica se acercó a su padrino abrazándolo y llenándolo de besos. Luego se dirigió nuevamente a la elfina, sin saber muy bien cómo plantearle el asunto.
-          Crappy –comenzó vacilante- ¿te gustaría trabajar para mi familia?
La elfina la miró con los ojos muy abiertos y luego a Harry y a Sirius.
-          Crappy se sentiría muy honrada de poder servir a la señorita –dijo emocionada- y a su familia –agregó mirando a los otros y haciendo una reverencia.
De ese modo Sirius hizo el encantamiento que ataba a Crappy a la familia, de este modo la elfina quedaba obligada a servir a todos los miembros de la familia Potter, pero se aseguró de que ese lazo estuviera unido especialmente a Sam y a su descendencia.  Así se lo hizo saber a la elfina, quien se mostró muy agradecida y dijo:
-          Crappy se sentirá muy feliz de cumplir las órdenes del señor y servirlo –dijo haciendo la acostumbrada reverencia.
Sirius le hizo una inclinación de cabeza en señal de agradecimiento y recordó que tenía una cuestión pendiente con su propio elfo doméstico.
-          Kreacher –dijo
-          Llamó el amo –dijo Kreacher apareciéndose y murmurando insultos por lo bajo como era su costumbre.
-          Harry, dale una orden –dijo Sirius
-          ¿Qué? –dijo Harry con una expresión de disgusto, no había olvidado que el elfo le había mentido con respecto al paradero de Sirius.
-          Hazlo –le ordenó Sirius
Harry no atreviéndose a desobedecer a su padrino, pensó velozmente qué podría ordenarle al elfo. Éste, mientras tanto murmuraba furioso.
-          Kreacher no tiene que obedecer al mocoso malcriado ni a su hermana…traidores a la sangre…
-          Cállate Kreacher –le gritó Harry harto.
Y para su sorpresa el elfo enmudeció, se llevó las manos a la garganta como si se estuviera ahogando. Sirius sonrió satisfecho y dijo:
-          Haz cometido una falta grave Kreacher –dijo Sirius- cuando Harry te preguntó por mí hace unas semanas, estabas obligado a decirle la verdad y no lo hiciste, le mentiste. Aún así no voy a castigarte, pero de ahora en adelante obedecerás a mis ahijados como es tu deber. Ahora vete. -Y el elfo desapareció.
-           El amo es un mago muy noble y considerado al no castigar a su sirviente aunque éste lo merecía –dijo Crappy – Crappy siempre se sentirá muy honrada de servirle.
Le dijeron a Crappy que descansara un poco y Harry se dirigió a Sirius.
-          Sirius –comenzó - ¿Por qué Kreacher debe obedecernos? Nosotros no pertenecemos a la familia Black –concluyó
-          Estas en lo cierto y equivocado al mismo tiempo-dijo el hombre- Kreacher está obligado a servirme porque soy el último Black y aunque ustedes no llevan mi sangre, están unidos a mi por el encantamiento que me hace su padrino, de ese modo Kreacher tiene la obligación de obedecerles como si fueran mis hijos.
Los chicos se fueron a dormir con la sensación de que a pesar que llevaban cinco años viviendo en el mundo mágico, aún había muchas cosas que desconocían.

Los días pasaban velozmente, los chicos hicieron una pequeña fiesta para inaugurar su nueva casa a la que asistieron todos sus amigos. Lupin, Tonks, Ojoloco, Dumbledore, Hermione y por supuesto los Weasley con Fleur. Tuvieron una deliciosa cena de bienvenida para sus amigos, cortesía de Crappy. Y luego salieron al jardín a disfrutar de la cálida noche. Dumbledore anunció temprano que debía retirarse pero los demás se quedaron. Fred le pidió a Sam dar un paseo por el jardín y se alejaron del grupo. Los mayores conversaban y los chicos disfrutaban de los trucos de Sortilegios Weasley.
-          Sam –comenzó Fred, quien caminaba de la mano con la chica- creo que ha llegado el momento de que me des una respuesta. Quisiera hablar con Sirius para pedirle permiso para que seas mi novia.
La chica se detuvo bruscamente y lo miró. Fred a su vez la miraba embobado, ella siempre le producía el mismo efecto. Poco a poco se fue acercando a ella hasta posar sus labios sobre los  de la chica. La atrajo hacia sí sujetándola por la cintura. Para Sam era su primer beso, pero no duró casi nada, la chica reaccionó separándose y mirando a Fred fijamente. Decididamente no estaba preparada para aquello. No supo que decirle así que solo lo abrazó y unas lágrimas comenzaron a correr por su rostro.
A pocos metro de allí, Sirius que al verlos alejarse los había seguido, los miraba petrificado, sintió la ira crecer en su interior e invadirlo como un violento veneno, solo deseaba hacerle el mayor daño posible a Fred y de no ser porque una mano, salida de no sabía donde lo sujetaba, lo estaría haciendo. Quien lo estaba sujetando hacía grandes esfuerzos por alejarlo del lugar y se volvió con rabia.
-          Suéltame…Hermione? –dijo extrañado, pero aún furioso.
-          Déjalo Sirius, por favor –suplicó la chica con tristeza.
Sirius se resistía a alejarse, pero comprendió que había estado a punto de agredir a un chico, sin embargo la imagen seguía fija en su cabeza.
La velada llegó a su fin. Todos se despidieron y se marcharon, excepto Lupin, que había sido invitado a quedarse. Los chicos subieron a sus habitaciones y Sirius se quedó en el estudio. Caminaba de arriba abajo con el recuerdo de lo que había sucedido torturando su mente. No sintió que alguien entraba, hasta que escuchó que le hablaban.
-          Algún problema Canuto? – preguntó Lupin
Se sorprendió al ver a su amigo, pero a los pocos minutos estaba contándole todo lo sucedido. Para su sorpresa Lupin estalló en una sonora carcajada.
-          Compañero, estas experimentado los celos propios de los padres –dijo risueño- te estás dando cuenta de que tu nena está creciendo y no sabes qué hacer. Tranquilízate hombre, ya has olvidado lo que tú y James hacían a esa edad? Has olvidado la cantidad de corazones que rompiste antes de enseriarte con Sabrina? –lamentó haber mencionado a la desaparecida novia, al ver la mirada de tristeza de su amigo.
-          Eso es justamente lo que no quiero que suceda –respondió – no quiero que nadie la haga sufrir.
-          Es algo que no podrás evitar, Sirius. Todos tenemos el derecho a celebrar nuestros aciertos y a sufrir nuestros errores –dijo con paciencia- Sam está creciendo y se está convirtiendo en una hermosa mujer, así que serán muchos los chicos que se sientan atraídos por ella. ¿Qué pretendes? ¿Encerrarla en una burbuja de cristal?
-          No sería del todo malo –contestó crípticamente Sirius. Tendría que hacer algo con aquel sentimiento en particular o se le avecinaban muchos problemas.
Llegó el fin del verano y el momento de volver al colegio. Fueron todos a comprar las cosas al Callejón Diagon. Compraron los libros, y luego se dirigieron a comprar las túnicas, que ya les venían pequeñas a todos. En el establecimiento de Madame Malkin se encontraron con la persona  que menos querían. Draco Malfoy. Intercambiaron los insultos de costumbre, Malfoy estaba furioso porque por culpa de los chicos su padre estaba pasando una “agradable” temporada en Azkaban. Sirius que acababa de entrar sin que nadie lo notara, miró con desagrado a su prima, la madre de Malfoy.
-          Pagarás por esto Potter –decía Draco- Claro, las cosas podrían cambiar, si tú, princesa  -dijo aferrando el brazo de Sam- decidieras ser más complaciente conmigo.
Varias cosas sucedieron a la vez. Harry y Sirius sufrieron el ya conocido acceso de ira. Los tres chicos apuntaron a Malfoy con sus varitas al mismo tiempo, pero se dieron cuenta que Sam había sacado la suya y se la tenía a Malfoy clavada en la garganta.
-          Nunca –dijo Sam con voz fría y contenida- nunca más, utilices ese adjetivo para dirigirte a mí, rata asquerosa, el único con derecho a llamarme de ese modo, te haría pedazos si lo provocas. En cuanto a que sea “complaciente” –continuó acentuando la última palabra – contigo, entérate que primero se congelaría al infierno antes de yo me dignara siquiera mirarte –concluyó.
Sirius miraba a la chica con desmesurado orgullo. Era una digna hija de sus padres.
-          Suéltala Draco –le ordenó Narcisa – es una traidora a la sangre, es una niña estúpida y arrogante que no merece tu interés.
-          Yo en tu lugar elegiría con sumo cuidado las palabras para referirte a mis ahijados, Narcisa –dijo Sirius, a quien nadie había visto entrar.
Todos se volvieron y Draco soltó de inmediato a Sam. Finalmente todos salieron de la tienda sin daños que lamentar. Visitaron Sortilegios Weasley, pero Sirius no entró. Cosa que permitió  a los chicos meterse bajo la capa invisible y seguir a Malfoy a quien vieron dirigirse furtivamente al callejón Knocturn. Llegaron  a la conclusión de que tramaba algo pero no pudieron averiguar qué.
Llegó el día de volver al colegio. Su padrino los llevó a la estación donde se encontraron con los Weasley. Sirius abrazó a Harry y le recomendó juicio y que cuidara de su hermana y a ésta como siempre la abrazó y le dio un beso en la frente, pidiéndole que le escribiera seguido. De ese modo, y a pesar de la amenaza que se cernía sobre ellos, finalizó el verano más feliz que los chicos pudieran recordar.
  


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