Dumbledore y Sirius se encontraban discutiendo en el
prado cercano al convento donde había residido, hasta ese momento, Samantha.
-
Pero es que ya no
creo que sea necesario –decía Sirius-
-
El peligro es ahora
mayor, Voldemort conoce su existencia, así que la perseguirá igual que a Harry.
-
¿Y crees que no soy
capaz de protegerla? Entiendo lo de Harry, ya que el encantamiento finaliza con
su mayoría de edad, pero Sam no está sujeta a ese encantamiento, y los que me
imagino que hiciste para su protección en este lugar, puedo hacerlos yo en el
lugar que escoja para vivir.
Dumbledore suspiró, miró detenidamente a Sirius y notó
la determinación en sus ojos. Así que analizando rápidamente la situación
decidió ceder.
-
Es una gran
responsabilidad Sirius.
-
Te recuerdo que
acepté esa responsabilidad hace 16 años. Confía en mí, la protegeré con mi
vida.
-
Eso lo sé, pero no
me gustaría perderlos a ninguno de los dos por un error- concluyó el anciano.
Y comenzaron a caminar hacia su lugar de destino.
Fueron recibidos por la madre Cecilia y Dumbledore le explicó quien era Sirius,
y que debido a que se dieron ciertas circunstancias adversas, no había podido cumplir,
hasta ahora, con su responsabilidad de padrino. Así que a partir de ahora
Samantha viviría con él.
-
No quisiera ser
impertinente pero, ¿no es muy joven para una responsabilidad como esa?
–preguntó.
-
No lo creo –dijo
Sirius, dedicándole una de sus encantadoras sonrisas – su padre tendría hoy la
misma edad que yo.
-
Un padre
ciertamente muy joven, igualmente – dijo la mujer - ¿Tiene una esposa que
comparta con usted esa responsabilidad?
-
No –dijo Sirius
tristemente – mi prometida fue asesinada
-
Lo siento mucho
–dijo la madre visiblemente apenada – Como dije antes mi intención no es ser
impertinente, pero es que la responsabilidad va más allá de cuidarla y
alimentarla. Los adolescentes son difíciles y si a eso le sumamos el hecho de
que es una chica, el trabajo que le espera no es fácil.
-
No espero que lo
sea –dijo Sirius, recuperándose – pero le prometo dos cosas, haré mi mejor
esfuerzo y si alguna vez tengo problemas, vendré a pedirle consejo –concluyó
sonriendo de nuevo.
La mujer se dio por satisfecha y se acercó a la
puerta.
-
¿Qué paso con
Samantha? –le preguntó a una hermana que aguardaba afuera discretamente.
-
Lo siento madre,
nadie sabe dónde está –contesto la joven
-
Gracias hija,
puedes retirarte –entró nuevamente y les informó que Samantha no estaba en su
habitación y al parecer no habían dado con ella.
-
¿Me permites?
–preguntó Dumbledore
La madre accedió, y aunque no sabía que había hecho
Dumbledore (le había enviado un patronus
a la chica) al cabo de unos minutos tocaron la puerta y entró Samantha
sonriente. Saludó a ambos hombres y se disculpó con la madre Cecilia. Después
de eso los tres salieron al jardín.
Dumbledore le informó de los nuevos planes, le dijo
que a partir de ahora podría vivir con Sirius y no tendría que volver a aquel
lugar. Su reacción, como era de esperarse, fue de inmensa alegría e
inmediatamente preguntó cuándo irían por Harry. Le informaron que de eso se
ocuparía el director. La chica fue por sus pertenencias y luego se dirigió al
despacho de la madre Cecilia.
-
Madre –empezó, pero
las lágrimas le cerraron la garganta como aquel día en que se iba por primera
vez.
-
Vamos querida –dijo
aparentando más tranquilidad de la que sentía en realidad – siempre soñaste con
tener una familia, pues bien, Dios escuchó tus súplicas y te la ha concedido,
alégrate.
-
No es que no esté
contenta –dijo con la voz temblorosa – pero aunque siempre supe que no
pertenecía a este lugar, usted fue como una madre para mí.
-
Hijita, mientras
viva, siempre estaré aquí si me necesitas, estas puertas permanecerán abiertas
para ti siempre y estos muros te ofrecerán un refugio cuando lo necesites.
Se dijeron unas cuantas palabras más y finalmente se
despidieron. Ambos hombres que habían asistido en respetuoso silencio al
intercambio de palabras y despedidas, también agradecieron a la madre y
finalmente todos abandonaron el lugar.
Samantha preguntó emocionada si iban a Grimauld Place,
pero Sirius le respondió que no, por el momento irían al Caldero Chorreante.
-
Aún no tienes tu
permiso para aparecerte ¿verdad? – dijo el director
-
No señor, hasta el
próximo año – contestó la chica.
-
Bueno, no importa
utilizaran la aparición conjunta.
Se despidieron. Y cada uno se desapareció con rumbo a
su lugar de destino. Samantha no lo podía creer, apenas llevaba una semana de
vacaciones y ya habían ido por ella, las cosas no podían estar saliendo mejor.
Llegaron al Caldero Chorreante y después de comer Sirius le dijo a Samantha
que irían al Londres muggle a comprar ropa, ya que les hacía falta ropa muggle.
Los chicos mientras no estaban en el colegio usaban esa clase de ropa y a
Sirius le gustaba también. Le comentó que James, su padre, sentía especial
predilección por aquellas prendas de vestir, para desesperación de sus abuelos.
Pasaron la tarde de compras y Sam pasó muy malos ratos
con las dependientas de las tiendas, ya que estas coqueteaban descaradamente
con su padrino. Sirius intentó que la chica pasara una tarde agradable pero él
iba alerta y con la varita a punto. Volvieron a la posada, cenaron, conversaron
un rato y se fueron a dormir.
A la mañana siguiente, Sam despertó tarde y cuando
buscó a Sirius en su habitación no estaba, decepcionada regresó a la suya y
notó que en su prisa por salir, había pasado por alto una nota que le había
dejado su padrino sobre la mesita.
Princesa, no
quise despertarte. Tengo unos asuntos que atender, pero estaré de vuelta a eso
de las 10:30, espérame en el comedor. NO, salgas a ningún lado, por favor. Un
beso.
Sirius
Samantha miró la hora
y se dio cuenta que su padrino ya debía haber regresado, por lo que bajó
apresuradamente las escaleras y efectivamente, Sirius estaba sentado en una mesa apartada leyendo El Profeta.
-
¿Por qué no me
despertaste? –preguntó la chica
-
Parecías un
angelito dormido, así que no te quise molestar – dijo levantándose y dándole un
beso en la frente- ¿Tienes hambre?
Comieron y luego Sirius le informó que irían a La Madriguera , Dumbledore
le había avisado que ya Harry se encontraba allí. Así que muy emocionada se preparó
a partir. Esta vez viajarían con polvos flu. Mientras su padrino le pedía los
polvos a Tom, el cantinero, Sam lo observaba y recordaba las palabras de Ginny.
En realidad se veía guapísimo y con la ropa muggle (jeans y una sudadera) mucho
más.
Sirius metió la cabeza en la chimenea y le anunció a
la señora Weasley de su llegada y luego partieron. Fueron recibidos con alegría
por todos. Sirius se quedó hablando con los Weasley y los chicos subieron a la
habitación de Ron.
Allí Harry, que había estado esperando la llegada de
su hermana, les contó todo lo que le había dicho Dumbledore con relación a la
profecía y la razón por la cual tenía que volver a Privet Drive todos los
veranos hasta cumplir la mayoría de edad. Los chicos se mostraron asustados ante
la perspectiva de que Harry tuviese que
enfrentarse a Voldemort en un duelo a muerte, y aunque pensó que su hermana se
asustaría al saber que Voldemort iría tras ella también, Sam no lo demostró,
solo expresó su confianza en que su hermano lo vencería. Harry también les dijo que ese año Dumbledore
le daría clases particulares. E inmediatamente empezaron a hacer conjeturas en
cuanto a qué le enseñaría en esas clases. Opinaban que seguramente serían
hechizos avanzados de defensa y Ron agregó que no había de qué preocuparse,
porque si Dumbledore le daría clases particulares, es porque tenía una
oportunidad contra Voldemort, porque si no Dumbledore no perdería su tiempo.
Harry estaba muy agradecido de que todos se portaran de una manera tan normal y
no lo vieran como si tuviera una enfermedad contagiosa. Harry le contó a su
hermana (los chicos ya lo sabían), que Dumbledore lo había llevado con él a
buscar al nuevo integrante del profesorado. Se llamaba Horace Slughorn y no le
había simpatizado mucho.
Sam también se enteró que Fleur estaba de novia con
Bill y se casarían el año próximo. Cosa que no tenía muy contentas ni a la
señora Weasley ni a Ginny. También le contaron que los gemelos habían abierto
una tienda llamada Sortilegios Weasley en el Callejón Diagon, pero esto ella ya
lo sabía, pues Fred le había escrito contándoselo.
Escucharon que la señora Weasley los llamaba y
bajaron. Sirius les dijo que debían acompañarlo y que regresarían más tarde.
Así que Harry y Samantha se despidieron de los Weasley y se marcharon con su
padrino.
-
¿Dónde vamos? –
preguntó Harry después que habían caminado un poco.
-
Aquí cerca, a las
afueras de Ottery St. Catchopole – dijo Sirius
-
Y ¿qué haremos
allí? – preguntó Sam
-
Ya lo verán
–contestó enigmáticamente Sirius.
Los chicos se miraron y no siguieron preguntando.
Llegaron a las afueras del pueblo y se metieron por una bifurcación del camino.
Ya llevaban caminando bastante rato y Sam se estaba cansando. Al dar vuelta a
un recodo divisaron una gran casa. Pronto llegaron a la verja de entrada que
tenía un enorme letrero colgado donde se leía Averdeen Cottage. Los chicos se sobresaltaron cuando el león que
servía de llamador habló.
-
Anuncia tu
nombre y tu intención –dijo el pedazo de
bronce. Lo que no dejaba ninguna duda de que los dueños de la casa eran magos.
-
Sirius Black y
vengo a ver al señor Adalbert Goshawk –contestó Sirius con toda tranquilidad,
como si hablar con aldabas de bronce fuera cosa de todos los días.
La verja se abrió y pasaron. Caminaron por un sendero
de gravilla y pudieron apreciar un bien cuidado y extenso jardín. Notaron que
la casa era mucho más grande de lo que se veía de lejos. Cuando estaban
subiendo las escalinatas de la entrada la puerta se abrió y un hombre mayor los
recibió. Intercambiaron saludos y presentaciones y Sirius les pidió a los
chicos que lo esperaran un momento en el salón y entró a lo que supusieron una
especie de estudio con el señor Goshawk. Los chicos se entretuvieron mirando
las pinturas y los muebles, todo olía a madera y a antigüedad. Llegaron a la
rápida conclusión de aquel señor debía ser muy rico para tener una casa como
aquella y todas esas valiosas posesiones. A los pocos minutos salieron los dos
hombres y el dueño de la casa se despidió
y salió. Los chicos mostraron su asombro y se preguntaron por qué se iba
y los dejaba allí.
-
Chicos – anunció
Sirius – bienvenidos a su nueva casa.
Por un momento no entendieron, pero cuando las
palabras penetraron en su cerebro y fueron adecuadamente procesadas, abrieron
mucho los ojos.
-
¿QUÉ? –preguntaron
ambos al mismo tiempo.
-
Lo que oyeron, ésta
será nuestra nueva casa – dijo risueño.
Después del asombro inicial. Fueron a recorrer la
casa. En realidad era enorme. Tenía diez habitaciones, todas hermosamente
amuebladas. La cocina también era de gran tamaño. El comedor principal eran
todos muebles de madera pulida. Los anaqueles estaban llenos de cristalería
tallada. Los chicos no se equivocaron con lo del estudio porque eso era
precisamente y estaba lleno de estanterías con una gran variedad de libros. Había
un desayunador acristalado desde donde se podía apreciar el jardín. Los
pasamanos de la escalera eran de madera
y estaban hermosamente tallados.
Cuando terminaron el recorrido por la casa, Sirius les
anunció que podrían instalarse en un par de días. Los chicos preguntaron la
razón, ya que la casa parecía lista para ser habitada. Entonces su padrino les
contestó que necesitaban proteger adecuadamente la casa, con suficientes
hechizos que resistieran los ataques de cualquiera que pretendiera traspasar los
límites. Preguntaron que si era a causa de ellos que debería tomarse tantas
molestias y les dijo que solo en parte, porque ahora la mayoría de las casas de
los magos estaban siendo protegidas de manera similar. La amenaza que se cernía
sobre el mundo mágico con el regreso de Voldemort, obligaba a tomar todas las
medidas de protección posibles. Y algunas familias preferían irse lejos, como
en el caso del mago que le había vendido la casa.
De este modo y muy contentos caminaron un buen trecho
y se desaparecieron para reaparecer cerca de La Madriguera. De
común acuerdo decidieron que si bien les dirían a sus amigos lo que habían
estado haciendo, no les describirían la casa porque querían verles las caras
cuando los invitaran. Sirius, que decididamente seguía siendo un niño grande,
le pareció gracioso y accedió a no decir nada. Elaboraron planes de lo que
harían cuando estuvieran en casa y de pronto se detuvieron y le preguntaron a
Sirius, un poco tardíamente, si les daría permiso para invitar a sus amigos a quedarse
con ellos, y éste con una sonora carcajada
les respondió que si no lo hacían ellos, simplemente lo haría él.
En casa ya estaban todos los Weasley, Hermione y Fleur
esperándoles para la cena. Esta fue bastante animada, sobre todo con las bromas
de los gemelos. Ya a la hora de marcharse, Sirius y la señorea Weasley tuvieron
una violenta discusión, todos se sentían incómodos, pero ya se habían
acostumbrado a que ellos dos siempre discutieran con relación a los chicos.
Esta vez el motivo era que la señora Weasley quería que los chicos se quedaran
en su casa hasta que pudieran instalarse en la suya. Los muchachos optaron por
escabullirse a la habitación de Ron y Fleur y Bill habían escapado al jardín
mientras se resolvía el problema.
-
Molly –decía el
señor Weasley- tiene todo el derecho a llevárselos, es su tutor legal
-
Es que te parece
apropiado –replicó Molly, como último argumento- que juna jovencita se quede
con dos hombres en una posada.
-
Por las barbas de
Merlín –dijo exasperado Sirius – uno es su hermano y yo soy su padrino.
-
Eres un
irresponsable y siempre lo serás Sirius Black –chilló la señora Weasley
Al final y no pudiendo hacer nada, llamaron a los
chicos se despidieron agradeciendo a la señora Weasley, que aún estaba muy
disgustada y se marcharon.
Cuando salieron de la chimenea en el Caldero
Chorreante notaron que había una pequeña conmoción. Se acercaron a ver lo que
sucedía. Se había formado un corro alrededor de lo que parecía un elfo
doméstico que yacía tirado de cualquier manera en el piso. Todos lo miraban
pero nadie hacía nada. Sirius le preguntó a Tom y éste le dijo que el elfo
acababa de aparecerse ahí unos minutos antes de que llegaran. El elfo se movió
y pudieron ver que estaba herido en varias partes del cuerpo. Se quejó y empezó
a sollozar lamentándose de su suerte. Notaron por el timbre de su voz que era
hembra. Sam se adelantó y se inclinó hacia la elfina.
-
¿Qué te sucedió? –
le peguntó
La elfina empezó a sollozar más fuerte e intentó
explicar su situación. Contó que sus amos la habían castigado por haber
desobedecido una orden y luego le habían dado la prenda ordenándole
desaparecer, al final se lanzó hacia una mesa con la intención de hacerse daño,
pero Harry que estaba habituado a la costumbre de Dobby, y haciendo gala de sus
reflejos la detuvo.
-
No tienes que hacer eso –dijo Sam
-
Crappy es una mala elfina, está hablando mal
de sus amos.
-
Ya no son tus amos
–dijo Sam. Y esto provocó un nuevo ataque de llanto en la efina.
-
¿Me permites
atender tus heridas? –le preguntó Sam
-
La señorita, quiere
ayudarme –dijo la elfina con los ojos como platos.
-
Estás herida –dijo
Sam
-
Crappy, tendría que
morirse, ya no tiene amos y es una deshonra para su familia.
-
Tonterías –dijo
Sam- vendrás conmigo y no discutirás más.
Sam miró interrogativamente a Sirius y éste le hizo un
gesto afirmativo. Así que Sam tomó a la elfina de la mano y procedió a curarle
las heridas. La gente se había dispersado. Y los chicos subieron a la elfina a
su habitación.
-
¿Qué sucede con los
elfos en estos casos? –preguntó Sam
-
Nada, ahora es
libre ¿no? –dijo Harry – cuando el señor Malfoy liberó a Dobby se fue un año de
juerga –concluyo Harry sonriendo al recordar al elfo doméstico.
-
Dobby quería ser
libre –apuntó Sirius- en este caso no estoy muy seguro. Supongo que lo más sensato
es llevarla al Departamento de Control de Criaturas Mágicas.
La elfina al escuchar esto, comenzó a sollozar
nuevamente. Sam miró a Sirius con ojos suplicantes.
-
Sirius, por favor…
-dijo la chica
-
Está bien, princesa
–dijo el hombre con resignación, desde que Sam lo había mirado sabía que tenía
la batalla perdida.
La chica se acercó a su padrino abrazándolo y
llenándolo de besos. Luego se dirigió nuevamente a la elfina, sin saber muy
bien cómo plantearle el asunto.
-
Crappy –comenzó
vacilante- ¿te gustaría trabajar para mi familia?
La elfina la miró con los ojos muy abiertos y luego a
Harry y a Sirius.
-
Crappy se sentiría
muy honrada de poder servir a la señorita –dijo emocionada- y a su familia
–agregó mirando a los otros y haciendo una reverencia.
De ese modo Sirius hizo el encantamiento que ataba a
Crappy a la familia, de este modo la elfina quedaba obligada a servir a todos
los miembros de la familia Potter, pero se aseguró de que ese lazo estuviera
unido especialmente a Sam y a su descendencia. Así se lo hizo saber a la elfina, quien se
mostró muy agradecida y dijo:
-
Crappy se sentirá
muy feliz de cumplir las órdenes del señor y servirlo –dijo haciendo la
acostumbrada reverencia.
Sirius le hizo una inclinación de cabeza en señal de
agradecimiento y recordó que tenía una cuestión pendiente con su propio elfo
doméstico.
-
Kreacher –dijo
-
Llamó el amo –dijo
Kreacher apareciéndose y murmurando insultos por lo bajo como era su costumbre.
-
Harry, dale una
orden –dijo Sirius
-
¿Qué? –dijo Harry
con una expresión de disgusto, no había olvidado que el elfo le había mentido
con respecto al paradero de Sirius.
-
Hazlo –le ordenó
Sirius
Harry no atreviéndose a desobedecer a su padrino,
pensó velozmente qué podría ordenarle al elfo. Éste, mientras tanto murmuraba
furioso.
-
Kreacher no tiene
que obedecer al mocoso malcriado ni a su hermana…traidores a la sangre…
-
Cállate Kreacher –le gritó Harry harto.
Y para su sorpresa el elfo enmudeció, se llevó las
manos a la garganta como si se estuviera ahogando. Sirius sonrió satisfecho y
dijo:
-
Haz cometido una
falta grave Kreacher –dijo Sirius- cuando Harry te preguntó por mí hace unas
semanas, estabas obligado a decirle la verdad y no lo hiciste, le mentiste. Aún
así no voy a castigarte, pero de ahora en adelante obedecerás a mis ahijados
como es tu deber. Ahora vete. -Y el elfo desapareció.
-
El amo es un mago muy noble y considerado al
no castigar a su sirviente aunque éste lo merecía –dijo Crappy – Crappy siempre
se sentirá muy honrada de servirle.
Le dijeron a Crappy que descansara un poco y Harry se
dirigió a Sirius.
-
Sirius –comenzó -
¿Por qué Kreacher debe obedecernos? Nosotros no pertenecemos a la familia Black
–concluyó
-
Estas en lo cierto
y equivocado al mismo tiempo-dijo el hombre- Kreacher está obligado a servirme
porque soy el último Black y aunque ustedes no llevan mi sangre, están unidos a
mi por el encantamiento que me hace su padrino, de ese modo Kreacher tiene la
obligación de obedecerles como si fueran mis hijos.
Los chicos se fueron a dormir con la sensación de que
a pesar que llevaban cinco años viviendo en el mundo mágico, aún había muchas
cosas que desconocían.
Los días pasaban velozmente, los chicos hicieron una
pequeña fiesta para inaugurar su nueva casa a la que asistieron todos sus
amigos. Lupin, Tonks, Ojoloco, Dumbledore, Hermione y por supuesto los Weasley
con Fleur. Tuvieron una deliciosa cena de bienvenida para sus amigos, cortesía
de Crappy. Y luego salieron al jardín a disfrutar de la cálida noche.
Dumbledore anunció temprano que debía retirarse pero los demás se quedaron.
Fred le pidió a Sam dar un paseo por el jardín y se alejaron del grupo. Los
mayores conversaban y los chicos disfrutaban de los trucos de Sortilegios
Weasley.
-
Sam –comenzó Fred,
quien caminaba de la mano con la chica- creo que ha llegado el momento de que
me des una respuesta. Quisiera hablar con Sirius para pedirle permiso para que
seas mi novia.
La chica se detuvo bruscamente y lo miró. Fred a su
vez la miraba embobado, ella siempre le producía el mismo efecto. Poco a poco
se fue acercando a ella hasta posar sus labios sobre los de la chica. La atrajo hacia sí sujetándola
por la cintura. Para Sam era su primer beso, pero no duró casi nada, la chica
reaccionó separándose y mirando a Fred fijamente. Decididamente no estaba
preparada para aquello. No supo que decirle así que solo lo abrazó y unas
lágrimas comenzaron a correr por su rostro.
A pocos metro de allí, Sirius que al verlos alejarse
los había seguido, los miraba petrificado, sintió la ira crecer en su interior
e invadirlo como un violento veneno, solo deseaba hacerle el mayor daño posible
a Fred y de no ser porque una mano, salida de no sabía donde lo sujetaba, lo
estaría haciendo. Quien lo estaba sujetando hacía grandes esfuerzos por
alejarlo del lugar y se volvió con rabia.
-
Suéltame…Hermione?
–dijo extrañado, pero aún furioso.
-
Déjalo Sirius, por
favor –suplicó la chica con tristeza.
Sirius se resistía a alejarse, pero comprendió que
había estado a punto de agredir a un chico, sin embargo la imagen seguía fija
en su cabeza.
La velada llegó a su fin. Todos se despidieron y se
marcharon, excepto Lupin, que había sido invitado a quedarse. Los chicos
subieron a sus habitaciones y Sirius se quedó en el estudio. Caminaba de arriba
abajo con el recuerdo de lo que había sucedido torturando su mente. No sintió
que alguien entraba, hasta que escuchó que le hablaban.
-
Algún problema
Canuto? – preguntó Lupin
Se sorprendió al ver a su amigo, pero a los pocos
minutos estaba contándole todo lo sucedido. Para su sorpresa Lupin estalló en
una sonora carcajada.
-
Compañero, estas
experimentado los celos propios de los padres –dijo risueño- te estás dando
cuenta de que tu nena está creciendo y no sabes qué hacer. Tranquilízate
hombre, ya has olvidado lo que tú y James hacían a esa edad? Has olvidado la
cantidad de corazones que rompiste antes de enseriarte con Sabrina? –lamentó
haber mencionado a la desaparecida novia, al ver la mirada de tristeza de su
amigo.
-
Eso es justamente
lo que no quiero que suceda –respondió – no quiero que nadie la haga sufrir.
-
Es algo que no
podrás evitar, Sirius. Todos tenemos el derecho a celebrar nuestros aciertos y
a sufrir nuestros errores –dijo con paciencia- Sam está creciendo y se está
convirtiendo en una hermosa mujer, así que serán muchos los chicos que se
sientan atraídos por ella. ¿Qué pretendes? ¿Encerrarla en una burbuja de
cristal?
-
No sería del todo
malo –contestó crípticamente Sirius. Tendría que hacer algo con aquel
sentimiento en particular o se le avecinaban muchos problemas.
Llegó el fin del verano y el momento de volver al
colegio. Fueron todos a comprar las cosas al Callejón Diagon. Compraron los
libros, y luego se dirigieron a comprar las túnicas, que ya les venían pequeñas
a todos. En el establecimiento de Madame Malkin se encontraron con la
persona que menos querían. Draco Malfoy.
Intercambiaron los insultos de costumbre, Malfoy estaba furioso porque por
culpa de los chicos su padre estaba pasando una “agradable” temporada en Azkaban.
Sirius que acababa de entrar sin que nadie lo notara, miró con desagrado a su
prima, la madre de Malfoy.
-
Pagarás por esto
Potter –decía Draco- Claro, las cosas podrían cambiar, si tú, princesa -dijo aferrando el brazo de Sam- decidieras
ser más complaciente conmigo.
Varias cosas sucedieron a la vez. Harry y Sirius
sufrieron el ya conocido acceso de ira. Los tres chicos apuntaron a Malfoy con
sus varitas al mismo tiempo, pero se dieron cuenta que Sam había sacado la suya
y se la tenía a Malfoy clavada en la garganta.
-
Nunca –dijo Sam con
voz fría y contenida- nunca más, utilices ese adjetivo para dirigirte a mí,
rata asquerosa, el único con derecho a llamarme de ese modo, te haría pedazos
si lo provocas. En cuanto a que sea “complaciente” –continuó acentuando la
última palabra – contigo, entérate que primero se congelaría al infierno antes
de yo me dignara siquiera mirarte –concluyó.
Sirius miraba a la chica con desmesurado orgullo. Era
una digna hija de sus padres.
-
Suéltala Draco –le
ordenó Narcisa – es una traidora a la sangre, es una niña estúpida y arrogante
que no merece tu interés.
-
Yo en tu lugar
elegiría con sumo cuidado las palabras para referirte a mis ahijados, Narcisa
–dijo Sirius, a quien nadie había visto entrar.
Todos se volvieron y Draco soltó de inmediato a Sam.
Finalmente todos salieron de la tienda sin daños que lamentar. Visitaron
Sortilegios Weasley, pero Sirius no entró. Cosa que permitió a los chicos meterse bajo la capa invisible y
seguir a Malfoy a quien vieron dirigirse furtivamente al callejón Knocturn.
Llegaron a la conclusión de que tramaba
algo pero no pudieron averiguar qué.
Llegó el día de volver al colegio. Su padrino los
llevó a la estación donde se encontraron con los Weasley. Sirius abrazó a Harry
y le recomendó juicio y que cuidara de su hermana y a ésta como siempre la
abrazó y le dio un beso en la frente, pidiéndole que le escribiera seguido. De
ese modo, y a pesar de la amenaza que se cernía sobre ellos, finalizó el verano
más feliz que los chicos pudieran recordar.
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