El último 31 de julio, las vidas de Harry y Samantha
habían cambiado drásticamente, la noticia de que se tenían el uno al otro y de
que pronto estarían juntos estudiando en la mejor escuela de magia del mundo,
los hacía muy felices. Para Harry supuso un cambio importante en su rutina, ya
que los Dursley prácticamente no se dirigían a él, esto de por sí suponía una
mejoría, y pasaba casi todo el día solo en su habitación hojeando los nuevos
libros del colegio, los cuales encontraba muy interesantes. Tanto él como su
hermana, habían hecho buen uso de sus regalos de cumpleaños, porque aunque a
Harry no le gustaba escribir mucho, lo había hecho casi a diario. Los chicos
habían llegado al acuerdo de escribirse para contarse cosas de sus vidas y así
lo habían hecho.
Entre tanto Samantha, prácticamente se había recluido
en su habitación, olvidándose de sus acostumbrados paseos por el campo, y se
pasaba el día leyendo los libros de hechizos. Entre los libros había uno muy
interesante Historia de Hogwarts. Todos
los días escribía a Harry y él le contestaba a días alternos, había notado que
a su hermano no le gustaba mucho escribir, así que se alegraba mucho cuando
veía llegar a Hedwig, era el nombre
que había escogido su hermano para su lechuza, según le dijo era un nombre que
había encontrado en uno de los libros, ella por su parte le había colocado por
nombre Gipsy, a la suya y el animal
parecía estar contento con su nombre.
El profesor les había dicho a los niños que debían
estar el 1° de septiembre en la estación
de King Cross en Londres, el tren para el Colegio partiría a las 11 en punto.
La madre Cecilia había hecho arreglos con el Jhonson, que era una especie de
mayordomo, él junto con su esposa debían ir a Londres por unos asuntos
familiares, así que la niña viajaría con ellos que la dejarían en la estación,
lo único malo era que tendría que permanecer sola un buen rato ya que los
señores Jhonson debían estar a las 10:30 en su lugar de destino. Esto no
importó mucho a la niña, estaba muy emocionada ya que al día siguiente vería
nuevamente a su hermano.
Repasó todas sus cosas, de modo de no dejarse olvidado
nada, estaba todo listo así que decidió que había llegado el momento de ir a
despedirse de la madre Cecilia, ya que como tenían un largo camino que recorrer
partirían esa noche.
-
Así que ya llegó la
hora de que nos dejes jovencita – dijo la madre al verla acercarse.
-
Si, madre, pero
antes de irme quería darle las gracias, han sido ustedes muy buenas conmigo, a
pesar de pertenecer a dos mundos tan diferentes.
-
Ha sido un placer
tenerte entre nosotros, querida. Y sí, son mundos diferentes pero tampoco son
tan diferentes como creemos – dijo la mujer – en ambos hay bondad y hay maldad.
La niña en un súbito arranque se abrazó a la madre y
sollozó.
-
Vamos, vamos – dijo
la monja – no es como si no fuéramos a vernos nunca más, tengo entendido que
puedes venir en verano.
-
Madre y si la magia
es mala – dijo asustada la niña – como dice la madre Teresa?
-
A ver cariño, qué
es la magia? Lo sabes? – preguntó la mujer. La niña negó con la cabeza.
-
Según y cómo yo veo
las cosas, la magia es un puente, un puente entre el mundo real y el irreal,
entre lo que conocemos y lo que no, y mientras cruzas ese puente aprenderás a
vivir entre ambos mundos. Son pocos los que tienen ese privilegio, y si Dios te
ha escogido a ti, aprovéchalo lo mejor que puedas.
La niña sonrió a la mujer, hablaron un rato más y al
final se despidieron. La madre Cecilia se quedó un buen rato observándolos
alejarse por el camino. No sabía si lo que le había dicho a la niña había
logrado disipar sus dudas, pero fue lo único que se le ocurrió, era, palabras
más, palabras menos, lo que le había dicho su padre hacía mucho tiempo. También
tomó nota mental de hablar con la madre Teresa, sabía que tenía buenas
intenciones, pero no era conveniente que anduviera por ahí aterrorizando a los
niños. Dio una última mirada a los viajeros y dijo para sus adentros. Que Dios
te acompañe Samantha y te depare un mejor futuro que a tus infortunados padres.
Suspiró y se retiró a sus quehaceres.
Mientras tanto en casa, Harry se había percatado de
que no sabía cómo llegaría a la estación al día siguiente, así que decidió
bajar a hablar con sus tíos. Después que dejó arreglado ese asunto, revisó que
todo estuviera listo y se acostó. Se quedó pensando un rato con cierta
preocupación en lo que dijo su tío cuando le informó de dónde debía tomar el
tren, pero decidió que no tenía que preocuparse, hasta ahora todo había salido
de maravilla.
Eran las 10:30 de la mañana y había mucha agitación en
la estación King Cross. Harry iba a toda prisa ya que su tío había tenido la
extraña gentiliza de llevar sus cosas, aunque tenía una sonrisa malévola en su
cara. Vio a Samantha y corrió más de prisa a abrazar a su hermana. Cuando se
separaron, vio que la niña tenía una expresión de preocupación, así que le
preguntó a qué se debía, pero cuando la niña iba a hablar llegó el tío Vernon y
Harry se volvió y empezó a decir:
-
Ella es…
-
No, nos interesa –
dijo Petunia con su habitual cara de asco. Harry sintió un acceso de ira pero
Samantha le apretó el brazo.
-
Bien chico, - dijo
Vernon Dursley con sorna - plataforma 9 y plataforma 10, parece que la tuya aún
no la construyen.
Los tres Dursley les dieron la espalda y comenzaron a
caminar hacia la salida. Samantha miró a Harry y le dijo:
-
Eso es lo que iba a
decirte cuando llegaste, dónde está la plataforma 9 ¾?
-
No te preocupes –
dijo Harry, aparentando más confianza de la que en realidad sentía. La verdad
era que pensaba que estarían en un buen lío si no encontraban la plataforma,
con los dos baúles, las jaulas de las lechuzas y con dinero mágico en los
bolsillos no era mucho lo que podían hacer. Pero no dijo nada para no preocupar
más a su hermana.
Harry se acerco a un guarda y le preguntó, pero al no
poder dar detalles ni siquiera del sitio a dónde se dirigían, el hombre se
molestó y se fue. De pronto Harry le escuchó la palabra muggle a una familia
que caminaba muy de prisa y decidió seguirlos. Después de intentar ver a dónde
se dirigían, sin conseguirlo, se acercó a la que parecía la madre y le
preguntó. La mujer muy amablemente le dio la información. Harry le agradeció y
él y su hermana hicieron lo que les indicaban. Al pasar la barrera se quedaron
sorprendidos, pero no se detuvieron a mirar mucho sino que se apresuraron a
abordar el tren. Casi no podían con el peso de los baúles y unos gemelos se
acercaron a ayudarlos, se presentaron como Fred y George Weasley. Después que
ya estaban acomodados en el vagón, apareció uno de los chicos que parecía el
hermano menor de los gemelos que los ayudaron a subir los baúles y les preguntó
si podía sentarse con ellos. El chico se quedó mirándolos y luego desvió la vista
como avergonzado y enseguida entraron los gemelos.
-
Harry él es nuestro
hermano Ron, pasaremos por aquí más tarde – y salieron.
-
Así que de verdad
son ustedes – dijo Ron- pensé que era
otra broma de Fred y George, en los
últimos días se ha hablado mucho de ustedes.
-
De veras? Y eso por
qué? – preguntó Harry.
-
Por qué? – repitió
Ron – vamos hombre El Profeta, no ha
hecho otra cosa que hablar de la aparición de tu hermana. – Harry miró a
Samantha y vio que no le gustaba mucho la idea. – En verdad que son idénticos –
dijo Ron.
-
El Profeta? – preguntó Samantha – Qué es eso?
-
Es el periódico.
Así fue pasando el tiempo. Ron y Harry hablaban
animadamente y poco a poco Samantha se había ido integrando a la conversación.
Ron sentía tanta curiosidad por ellos, como ellos por él. Cerca del mediodía
una mujer asomó la cabeza al vagón.
-
Quieren algo del
carrito, queridos?
Harry y Samantha que tenían mucha hambre no lo dudaron
y fueron dispuestos a comprar tantas cosas como pudieran. Pero al llegar al
carrito no había nada que conocieran. Así que compraron un poco de todo y
volvieron a sus asientos con sus compras. Ron los miraba con los ojos como
platos. Debía ser fantástico tener tanto dinero. Pronto Ron olvidó su
emparedado y estaba compartiendo con los chicos y explicándoles que era cada
cosa. Se divirtieron mucho con las grageas de todos los sabores y Harry y
Samantha decidieron comenzar su colección de cromos que venían en las ranas de
chocolate.
Entre tanto Ron les contó acerca de su familia. Tenía
seis hermanos, dos de ellos ya habían dejado el colegio. El mayor se llamaba
Bill y trabajaba en Egipto, para Gringotts, el banco mágico. Charlie estaba en
Rumania, estudiando dragones. Percy estaba en quinto y era prefecto. A los
gemelos ya los habían conocido y Ginny, la única hembra, iría a Hogwarts el año entrante. Por el contrario, Harry y
Samantha podían decir muy poco que Ron no supiera, en verdad parece que todo el
mundo sabía más de ellos que ellos mismos. Así que después de hablar de su
familia, pasó a hablar de su rata Scabbers,
al parecer no estaba muy contento con ella, se quejaba que al igual que todo lo
que tenía, había pertenecido anteriormente a alguien, en este caso a Percy. En
ese momento entró un chico regordete preguntando si habían visto un sapo.
-
Lo pierdo todo el
tiempo – dijo el niño y se marchó.
Volvieron al tema de Scabbers.
-
Fred me enseño un
hechizo para volverla amarilla, quieren ver? – preguntó Ron.
-
Si – dijeron ambos
niños.
Ron sacó la varita y se disponía a hacer el hechizo.
Cuando alguien más entró.
-
Han visto un sapo?
– dijo una chica con voz de mandona – Un niño llamado Neville lo perdió. Ah!
Estas haciendo magia, veamos – y entró y se sentó.
La miraron asombrados, pero continuaron. El hechizo no
resultó. Y la chica dijo:
-
No es muy efectivo,
no? Yo he practicado algunos sencillos. Nadie en mi familia es mago, fue toda
una sorpresa cuando recibí mi carta, estoy tan emocionada ya me he aprendido
todos los libros de memoria, yo soy Hermione Granger por cierto…y ustedes son…
-
Ron Weasley.
-
Harry Potter.
-
De verdad eres tú?
Entonces tu… - dijo mirando a Samantha – claro, cómo no me di cuenta? Lo sé
todo acerca de ustedes. Harry, tú apareces en la mitad de los libros de magia
moderna y tú Samantha has aparecido en El
Profeta todos los días durante el último mes. Bueno, los veré más tarde.
Los chicos todavía estaban asombrados cuando la chica
abandonó el vagón. Decidieron olvidarla y seguir con sus dulces. Pero unos
nuevos visitantes entraron. Era el chico rubio del Callejón Diagon.
-
Es verdad? – dijo
el chico – Por todo el tren están diciendo que los Potter están en este vagón.
Con que son ustedes, no?
-
Sí – dijo Harry.
-
Estos son Crabbe y
Goyle y yo soy Draco Malfoy.
Ron dejó escapar una risita.
-
Te parece gracioso
mi nombre? No tengo que preguntar el tuyo, mi padre me dijo que todos los
Weasley son pelirrojos, con pecas y con más hijos de los que pueden mantener.
Pronto se darán cuenta – dijo el rubio, mirando a Harry y a Samantha – que hay
familias mejores que otras, yo puedo ayudarlos – dijo extendiéndole una mano a
Harry.
-
Gracias – dijo
Harry, mirándolo con desprecio – pero yo puedo darme cuenta solo quienes son
los indebidos.
-
Yo en tu lugar
tendría cuidado Potter, terminarás como tus padres si sigues con gentuza como
esta.
Harry y Ron se pararon al mismo tiempo. Pero Samantha
fue sorprendentemente más rápida y antes de que nadie se diera cuenta había
estampado una sonora bofetada en la cara del rubio. Enseguida Harry y Ron la
halaron y se pusieron delante de ella.
-
Espero que no te guste Weasley, señorita
Potter, sería en verdad muy lamentable – dijo mirándola con sorna.
-
Eres despreciable –
dijo Samantha – si no te vas ahora mismo…
-
Qué?
Pero en eso escucharon un grito, Scabbers estaba colgada del dedo de uno de los amigos de Malfoy que
intentaba coger un dulce. Este sacudió la mano y la rata pegó contra la
ventana. Los chicos salieron y los dejaron en paz. El resto del viaje
transcurrió sin más contratiempo.
Antes de llegar a la estación se cambiaron y apenas
llegaron y se bajaron vieron a Hagrid que llamaba a los de primer curso.
-
Harry, Samantha,
todo bien? –les preguntó.
Subieron a unos botes y atravesaron un gran lago.
Después de unos minutos divisaron las torres del castillo, hubo una exclamación
general de asombro. Realmente era una visión extraordinaria.
Llegaron a unas escaleras donde fueron recibidos por
una mujer mayor a la que Hagrid llamó profesora McGonagall. Los chicos llegaron
a la rápida conclusión de que ésta era una mujer con la que era mejor no tener
problemas. Esta les dio una breve
explicación en lo referente a las casas y luego los condujo al Gran comedor
para la selección.
Fueron llamando a cada uno de los chicos, se subían a
un taburete, se colocaban un sombrero y
este gritaba el nombre de una casa. Samantha estaba sumamente nerviosa. Cuando
llamaron a Harry se hizo un súbito silencio en el Gran Comedor, ya llevaba rato
con el sombrero puesto, con nadie más se había tardado tanto. Por fin el
sombrero grito:
-
Griffindor !!!!
La mesa de Griffindor estalló en aplausos.
-
Potter, Samantha
Samantha subió con las piernas que parecían de
gelatina, se dio cuenta que el salón se había quedado en silencio otra vez.
-
Otra Potter – oyó
Samantha y se sobresaltó – mmm inteligente, sí, veo mucho talento y valor,
dónde te pondré?
-
Mientras no sea
Slytherin, cualquiera estará bien – pensó la niña.
-
Igual que tú
hermano, no? –oyó que decía el sombrero – muy bien, GRIFFINDOR!!!
Respiró aliviada y caminó contenta hacia la mesa de
Griffindor. Su hermano la abrazó y se sentaron.
Cuando terminó la selección y el director se levantó les dio la
bienvenida y apareció el banquete. Comieron y después de los postres el
director les habló de nuevo para darles ciertas instrucciones que incluía la
prohibición de ir al pasillo del tercer piso. Después se levantaron y fueron
conducidos a la torre de Griffindor. En la sala común se despidió de su hermano
y de Ron y subió a su habitación. Compartía habitación con Hermione Granger,
Parvati Patil, Lavender Brown y Sally Ann Perks. Sus cosas ya estaban al pié de
su cama. Se acostó y comenzó a repasar todas las cosas que habían sucedido en
las últimas horas. Pensó en su hermano y en lo feliz que estaba de tenerlo cerca
y entonces se sobresaltó, le pareció escuchar claramente que su hermano le
decía “yo también estoy feliz de tenerte conmigo”, decidió que debía estar muy
cansada, cerró los ojos y se durmió.
En su habitación Harry estaba conversando con Ron,
cuando de pronto pensó en su hermana y “escucho” que le decía que estaba feliz
de estar con él y le contesto que él también. Ron se volteó a mirarlo.
-
Qué pasó – preguntó
Ron
-
Por qué? – preguntó
a su vez Harry
-
Te quedaste a mitad
de una frase.
Harry le dijo que se había distraído, se acomodó en su
cama, le dio las buenas noches a su amigo y se quedó dormido.
A la mañana siguiente cuando bajaron a la sala común,
ya Samantha estaba esperándolos. Bajaron juntos al comedor y mientras estaban
desayunando la profesora McGonagall pasó
entregándoles los horarios de clases.
-
Harry – dijo
Samantha, mientras éste leía el horario – anoche me pasó algo muy extraño.
-
A mí también – dijo
Harry
Hablaron brevemente de lo que les había sucedido y de
cómo se habían escuchado. Samantha concluyó que probablemente les pasaba a
todos los gemelos y recordó algunas cosas que le habían sucedido cuando aún no
conocía a Harry y se lo contó, ambos supusieron que los moretones eran de
cuando Duddley y su pandilla lo agarraban de saco de boxeo. Como no tenían modo
de averiguar nada más lo dejaron así.
-
Bueno, suponiendo
que esto sea normal – dijo Harry – puede ser una ventaja.
-
Por qué lo dices?
–preguntó a su vez Samantha
-
Míralo de este
modo. Si alguno de los dos está en problemas el otro lo sabrá y podrá acudir en
su ayuda.
La niña sonrió, le dio la razón a su hermano y
quedaron en practicar comunicarse cada vez que fuera posible y perfeccionar lo
acababan de descubrir. Y contentos se marcharon a sus primeras clases.
Los chicos no tenían idea de la cantidad de cosas que
aún les faltaba por descubrir.
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